¿Te has preguntado alguna vez qué impacto tiene en tu vida que te llames igual que tu tía fallecida antes de que tú nacieras?
¿Te has parado a pensar que tu silencio cuando algo te duele es heredado de tu madre porque cunado perdió a su padre no podía hablar de ello con nadie y has heredado ese patrón de comunicación?
Tiene que ver con nuestro linaje, herencias de nuestros padres y, a través de ellos, de nuestros abuelos y bisabuelos, así como de todos nuestros antepasados.
Todo lo que logremos reconocer, aceptar e incorporar a cerca de nuestro linaje se convierte en un recurso para evitar repetir viejos patrones disfuncionales, y, además, para identificar nuestro lugar en nuestra familia y en la vida. Cuando se manifiesta la fuerza del linaje, surgen los aspectos más protectores, que nos sostienen en momentos difíciles y nos completan como individuos. Y otras veces, suponen una losa para nosotrxs.
Lo primero que debemos hacer es dejar de repetirnos la misma historia y permitir una nueva perspectiva sobre la mochila que llevamos.
Comprendemos que nuestras narrativas están desactualizadas o que nuestra forma de interpretar la historia familiar ya no es útil cuando buscamos un resultado y no lo conseguimos:
Por ejemplo, queremos estar en pareja y no lo logramos; deseamos ganar dinero y no lo conseguimos; intentamos resolver un conflicto con alguien y no obtenemos resultados. Podemos concluir que “siempre elijo el mismo tipo de persona” o “soy pésimo en los negocios” o “¿por qué me cuesta tanto?”. O bien, podemos investigar qué patrón está operando. Qué parte de lo heredado nos está bloqueando. Aquí hay otra clave: no somos tan originales como nos gustaría pensar. Estamos influenciados por generaciones pasadas y, por ello, tendemos a repetir patrones. Lo que una generación no resolvió, a menudo se manifiesta de manera similar en la siguiente.
Ser conscientes de esto es el primer paso importante. Quizá no conocimos a nuestro abuelo, pero al observar a nuestra madre, podemos entender cómo la trató su padre. O quizás tengamos un conflicto con nuestra hermana que mantenemos porque en nuestra familia las hermanas no se hablaban. Frente a nuestros hijos adolescentes, tal vez necesitemos actualizar la adolescente que fuimos.
De este modo, empezamos a modificar las narrativas que repetimos constantemente. Hacerse preguntas es fundamental: ¿Cómo aprendí esto? ¿Quién más lo experimentó en la familia? ¿A quién le resultó difícil? ¿Qué sucedería si yo lo superara? ¿Todos estarían contentos? ¿o alguien no? Tal vez la historia como la conocimos nos haya servido hasta ahora, pero es momento de revisarla. Es en este proceso donde empezamos a diferenciarnos. Renunciar a la repetición es, de alguna manera, dejar de cargar con las deudas de nuestros ancestros. Agradecerles es suficiente.
A través de la terapia familiar sistémica se exploran los linajes familiares y cómo pueden estar influyendo en el funcionamiento familiar
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