ASALTO AL FRIGORÍFICO: SOBREINGESTA O INGESTA COMPULSIVA?
¿Quién no ha sentido el impulso irrefrenable de hacer un viaje hasta la cocina para abrir el frigorífico y picar “algo” tras una tarde de estudio intenso, un día horrible de trabajo, una tarde aburrida y solitaria, o una ruptura con la pareja?
Efectivamente, todos y cada uno de nosotros probablemente ante alguna de estas situaciones y otras similares hayamos manifestado la misma conducta; el viaje a la cocina, con el pensamiento trasero de “voy a ver si pico algo”. Posiblemente este pensamiento anterior nos mueva a realizar ese viaje porque realmente tengamos hambre, pero, hay muchas otras ocasiones en las que las emociones nos llevan a asaltar el frigorífico. Se ha visto que las alteraciones emocionales tienden a precipitar la ingesta de alimentos, emociones como la ansiedad, el estrés, la tristeza, los sentimientos de soledad y aburrimiento…etc. Por lo que no es de extrañar que todo esto nos sea familiar, pero, ¿que hay de malo en ello?
A parte de que es una de las causas psicológicas que invitan a padecer sobrepeso u obesidad, tras la sobreingesta, puede ser un factor vulnerable para el desarrollo de alteraciones en el comportamiento alimentario, si como refugio de nuestros problemas o bien de nuestro malestar emocional cotidiano recurrimos a la comida como refuerzo positivo.
Esta claro, que la mayoría de las personas solemos romper nuestra rutina habitual de ingesta de alimentos, en situaciones especiales, tales como celebraciones, reuniones con familiares, o amigos, o en cualquier otra circunstancia como veíamos. Esta desvinculación con nuestro menú actual no la solemos vivenciar como algo de gran transcendencia en nuestra vida, o al menos cuatro de cada cinco jóvenes, no lo hace. Pero existe una gran diferencia entre esa “sobreingesta” realizada de manera puntual y la “ingesta compulsiva” o más coloquialmente conocida como descontrol alimenticio, que sí aseguran tener uno de cada cinco jóvenes. Esta última destaca por dos características de suma importancia: que la cantidad de ingesta consumida se realice en un espacio discreto de tiempo (por ejemplo, unas dos horas) siendo esta cantidad claramente mayor a la cantidad que ingeriría una persona en un periodo de tiempo similar y en las mismas circunstancias, así como la sensación de falta de control sobre esa ingesta durante el episodio.
Realmente se sabe muy poco sobre la ingesta compulsiva, dado que el conocimiento es ajustado. Pero sí sabemos que no existe ningún factor que considerado de forma única cause una alteración en la conducta alimentaria, si no que son diversos factores los que activan la vulnerabilidad de una persona a alterar su comportamiento alimentario, ya sea mediante un control excesivo de la ingesta, o un descontrol de la misma.
Cuando nos encontramos ante una persona que padece un trastorno alimentario, nos servirá de gran ayuda explicarle mediante una sesión psicoeducativa los factores que han podido despertar esta vulnerabilidad, ya que los sentimientos de culpabilidad existentes por haber entrado en este tipo de enfermedad mental son muy notables, por la creencia compartida en todos ellos de “Yo me he metido en esto porque he querido” “Yo debería de salir sol@ de esto” “Yo no tengo fuerza de voluntad para hacerlo”…etc.
En el desarrollo de un Trastorno de Conducta Alimenticia (TCA), están implicados: factores socioculturales, factores biológicos, factores individuales (como la personalidad) y factores familiares. Explicándoles cada uno de ellos, conseguimos que aumente la conciencia de enfermedad, que disminuyan los sentimientos de culpa, y muy importante, que consideren el “trastorno” no como “ausencia de voluntad” si no como una enfermedad mental real.
Cualquier TCA ha de recibir un tratamiento multidisciplinar destinado a intervenir a nivel psicológico, nutricional, psiquiátrico y médico.
Concretamente para trabajar la “ingesta compulsiva” necesitamos de un nutricionista especializado en TCA que nos guiará para:
- Establecer una normalización de la conducta alimentaria, mediante el uso de autorregistros de alimentación diarios, que le permitan observar cuáles son los hábitos alimenticios de la persona para así poder modificarlos.
- Establecer un horario de comidas y una educación nutricional de las necesidad básicas de alimentación.
- Reducir la práctica de conductas compensatorias, tales como el consumo de diuréticos y laxantes, o purgas. Educando a la persona en las consecuencias negativas que provocan en el organismo.
- Es importante, que sea el mismo nutricionista quien lleve el control del peso, ya que si estamos ante una persona que sufre de un TCA, mostrará pensamientos recurrentes y obsesivos con el peso y la comida. Puesto que uno de los objetivos terapéuticos es disminuirlos, lo más conveniente es que se prohíba al paciente que lleve un control de su peso, ya que esto le sumergiría aún más en dichos pensamientos, y tampoco ayudaría a estabilizar su estado de ánimo, ya que este permanecería variable ante el número indicado en la báscula; “si bajo, estoy content@ porque he adelgazado” pero esta alegría dura poco porque de nuevo regresa el miedo por volver a subir. O simplemente si el número se mantiene, o no baja, se experimentan sentimientos de decepción con uno mismo. Por tanto es importante, que un “número” no controle sus estados emocionales.
A nivel psicológico, nos sirve de gran ayuda:
- Identificar junto con el paciente, cuáles son las situaciones que desencadenan su descontrol alimenticio, por ejemplo: “cuando estoy sol@”, “cuando me siento triste”, “ cuando estoy aburrid@”, etc.
- Una vez identificadas, podremos actuar sobre ellas, escogiendo junto con el paciente “actividades alternativas”, siendo estás incompatibles con la ingesta compulsiva y que además agraden a la persona como por ejemplo; salir con los amigos, hablar por teléfono, darse un baño relajante, etc.
- Es muy importante realizar una sesión de psicoeducación sobre el curso de la ansiedad. La mayoría de las veces, la ingesta compulsiva se inicia por sentimientos de ansiedad. La persona aprende que su ansiedad únicamente puede disminuir ingiriendo alimentos. Si fomentamos actividades alternativas, esa asociación cogerá menos fuerza, y esa disminución, no se asociará a la ingesta si no, a la realización de otras actividades. Si sé en qué situaciones soy más vulnerable de llevar a cabo mi ingesta compulsiva, me anticiparé, sustituyendo ésta por otras actividades placenteras para mi, y me iré desligando de ese aprendizaje erróneo, de “únicamente la comida, calma mi ansiedad”.
- Es importante, también, trabajar con la persona técnicas de resolución de problemas, durante el tratamiento y también como forma de prevención de recaídas, ya que dotar a la persona de otros recursos o habilidades para solucionar problemas, no le llevarán a refugiarse en la alimentación para resolverlos.
Estos son algunos pasos concretos que podemos utilizar como forma de atajar un trastorno alimenticio dónde prime, la ingesta compulsiva, naturalmente todo esta sujeto a cambios adaptados a la individualidad de cada paciente. Pero realizar un análisis funcional de las conductas que anteceden a este comportamiento, enseñar hábitos incompatibles y otras formas de reducir ansiedad, es uno de los pasos principales para hacer frente a esta problemática, así como el control de estímulos, la exposición con prevención de respuesta, la variación del ritual del atracón, etc. Nos ayudarán a comenzar a hacerle frente. Todo ello acompañado, de la utilización de otras técnicas como la reestructuración cognitiva de las creencias sujetas a la base de estos problemas, y mucho trabajo a nivel emocional, entrenamiento en mejora de la autoestima así como en habilidades sociales (si se requiere), técnicas de resolución de problemas, orientación en la toma de decisiones, etc. Es básico trabajar en la prevención de recaídas, la inoculación al estrés es buena forma de prevenirlas.
Por último, una de las principales dificultades con las que podríamos encontrarnos es que la ansiedad de la persona sea tan elevada, que se hiciera necesaria una evaluación psiquiátrica para comprobar el requerimiento de medicación.
Cristela García Rodriguez.
Psicóloga Sanitaria
Colaboradora de Desarrollo Humano en Psicología en Granada. Especialista en Trastornos de la Conducta Alimenticia (TCA)
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